Historia

Tradición e innovación a la altura de los tiempos

Esta es la mirada de una insigne alumna del colegio en sus inicios y testigo privilegiado de la España de principios del siglo XX, como fue Dña. Pilar Primo de Rivera y Sáenz de Heredia, en su libro Recuerdos de una vida: «nosotras, Carmen y yo, fuimos, para empezar, a las Damas Negras, que era un colegio estupendo para la enseñanza».

«La vida de cualquier familia española cuyos hijos nacieron en la primera década del siglo, cuando la vida de España, después de la triste pérdida de las colonias, era, en general, despreocupada, amable y fácil para las clases altas y medias; dura para los trabajadores. Los problemas políticos, aparte la preocupante guerra de Marruecos, cuyas consecuencias sufrían, sobre todo, las familias de los militares, eran, por lo común, insignificantes. Maura y Romanones alternaban en el poder, cuyas decisiones, si no eran de su agrado, se resolvían a veces con manifestaciones de señoras muy ensombreretadas, que lo mismo protestaban contra las leyes laicas de un gobierno liberal, como organizaban roperos o fiestas benéficas para los pobres».

«Había pobres y el pueblo vivía mal; sin embargo, casi siempre se resignaban con su suerte, aparte los que ya se agrupaban alrededor de las ideas socialistas, que, cada vez con más fuerza, luchaban por los justos derechos de los trabajadores. Existían también los anarquistas, que promovían conflictos, como la semana trágica de Barcelona, y ponían bombas a los Reyes. La vida de España no tenía proyección. Señores de casino, capillas públicas en palacio, largos veraneos para las clases acomodadas, chismes sociales y desinterés con respecto a los problemas del mundo. Todo en pequeño, pan y toros, Joselito o Belmonte, hasta la guerra europea del 14, en la que también quedamos fuera, y entonces se dividieron los españoles, además, en francófilos y germanófilos, para sus tertulias de café».

«La Universidad era, asimismo, patrimonio de las clases acomodadas; sin embargo, lo más pujante de aquella época, junto con la dignidad de los militares, que defendían a la Patria en Marruecos, y sabían, aún en medio de aquella España tan chata, inculcar a sus hijos el orgullo de haber nacido españoles. Era un tiempo sin torturas mentales, pero también sin ambiciones. Quizás estaba demasiado cerca nuestra derrota colonial y, por ende, el cansancio de tantos años de hegemonía; más que el patriotismo, se exaltaba la patriotería, y eran de la orden del día las recomendaciones y los padrinazgos. Las buenas familias se dedicaban a proteger a quienes, generalmente, vivían y servían en sus casas».

Madrid era entonces una ciudad pequeña, entrañable, simpática y alegre. La recorrían tranvías y simones (coches de alquiler), y eran frecuentes los puestos de horchata y los pregones de los vendedores ambulantes que ofrecían sus mercancías.

En 1904, el Capellán de la reina madre Mª Cristina y del rey Alfonso XIII, don Manuel López y Anaya, tras conocer a las religiosas del Niño Jesús mediante una familia de Burgos, quiere en Madrid un Colegio de “Damas Negras”. Así llamadas por el negro de su hábito, hablaban francés y se hacían llamar madame. Al llegar las religiosas a Madrid se instalaron en la calle Orellana y posteriormente en Alcalá Galiano, 5. A finales de 1905 contaban con 35 alumnos. El 26 de julio de 1906 reciben la autorización de la Casa Madre en París, para adquirir un terreno en el Paseo del Cisne nº 4, hoy Eduardo Dato. La casa de Madrid fue real y maternalmente protegida por la reina madre. Pronto contarán con quinientas alumnas pertenecientes a familias nobles y distinguidas de la sociedad. Las religiosas tenían algo especial y fueron entrando en “el castizo Madrid” hasta el punto que se puso de moda ir al Colegio de las Damas Negras , como les solía llamar la gente, porque allí se aprendía un francés perfecto y ya se empezaban a apreciar los idiomas como medio para encontrar un buen trabajo o ser una señorita bien educada.

 

La arquitectura

La construcción del edificio se confío al prestigioso arquitecto Vicente Lampérez en dos fases, la primera concluida en 1906 y la segunda en 1909.
La capilla se inauguró en 1910. Es en 1921 cuando se levantan dos pisos en la casa contigua al Colegio, que el P. Anaya había regalado a las religiosas.
Más tarde se adquirieron los terrenos del jardín, ocupados actualmente por el polideportivo. La obra continúa hasta 1936 en que la guerra civil obliga a cerrar el Colegio.
Quedaron guardando el edificio M. Josefina, Sor Rosario y Sor Matilde, por ser una de ellas francesa, se consideró la casa territorio francés.

 

Durante los años de la guerra, parte del colegio se convirtió en depósito de hospital.

A principio de agosto de 1939, gracias a la intervención del general Espinosa de los Monteros y de su ayudante, el coronel Diáz Varela, fue devuelta la casa a las religiosas, que se pretendía usar como hospital-prisión.

 

El Renacer

En el mes de octubre, después de un duro trabajo para poner en orden el material escolar, tirado en un rincón del jardín con otros mil objetos, se organizaron las clases. Reiniciada la actividad educativa, dos años más tarde ya asisten 500 escolares y al siguiente casi 600, llegando el bachillerato hasta sexto curso.

En la década del 50 y 60 se aumentaron los curso s incorporando el Preuniversitario. El colegió recibió un premio de 3000 pesetas por la exposición de muñecas en el Círculo Mercantil, noticia que fue publicada en el periódico ABC.

Del 60 al 70, fue inaugurado el Polideportivo con jornadas dedicadas al deporte: baloncesto, exhibición de tablas rítmicas, etc. En esta época tuvo lugar el arreglo de la capilla.

De los 70 en adelante se sucedieron distintos planes de enseñanza, la Ley General de Educación, la LOGSE, la LOCE, la LOE, que obligaron a trabajar, muchas veces inútilmente y a hacer malabarismos y obras para adaptarse a los nuevos planes.

En 2004 el colegio celebró el centenario; una larga andadura educativa en la ciudad de Madrid que a pesar de tantas dificultades también con el gozo de haber educado a tantos hombres y mujeres, con una educación de altísima calidad y prestigio, a lo largo de 100 años de historia.

Siempre actual y fiel a su carisma, contando con un excelente equipo de educadores que ha sabido adaptarse a las circunstancias y estar en todo momento a la altura de los tiempos y a las necesidades de sus alumnos.

En 2010 el colegio, fiel a su vocación de actualidad y calidad, por deseo expreso de las religiosas del Niños Jesús, entra a formar parte de la Fundación Educación y Evangelio, a la que cede la titularidad del Colegio -y por lo tanto la responsabilidad de la gestión educativa y evangelizadora- para dar continuidad y futuro a la labor ya centenaria del colegio, en una ciudad con nuevos retos, cambiante, abierta y plural, pero fiel a la misión de educar desde el Evangelio. En continuidad con el espíritu fundacional, y los más de cien años en que las Religiosas del Niño Jesús, han regido este colegio, conservamos las esencias de la intuición fundacional del colegio.

Nicolás Barré, fundador de las religiosas del Niño Jesús, entidad fundadora del colegio en 1906, fue promotor de una educación innovadora que concebía y vivía la educación como:

  • Un proceso instructivo adecuado a la manera de ser de cada persona.
  • Un lugar en el que se prepara al alumno para ser defensor y constructor de la paz.
  • Un espacio en el que se aprende a ser libre y respetuoso con la libertad de los demás desde el espíritu crítico y la gratuidad.
  • Una realidad multicultural en la que todas las creencias y razas tienen cabida desde la sencillez y el respeto.

Ahora que el colegio ha pasado a ser regido por la Fundación Educación y Evangelio, se une el estilo propio de la Fundación que coincide en lo esencial: la unidad entre Educación y Evangelización, haciendo de la vivencia cristiana uno de los objetivos básicos del colegio.